La capital de Kenia es un lugar tristemente famoso por las estafas y los robos. Por tal razón, muchos residentes la conocen como 'Nairobbery', que traducido al español podría ser algo como 'Nai-robo'. Esto que voy a contar me ocurrió hace muchos años caminando por el centro de la ciudad a plena luz del día.
Acababa de salir de visitar la torre Jomo Kenyatta, uno de los pocos lugares turísticos de la ciudad, cuando una persona muy bien vestida empezó a caminar a mi lado y me preguntó, en un inglés casi perfecto, de dónde era. A esa pregunta le siguieron muchas, todas ellas muy casuales, a lo largo de unos cinco minutos de conversación. Al rato, el hombre me preguntó si me apetecía sentarme en un banco del parque con él, lo cual no me pareció mal porque era mediodía y había mucha gente por todos lados en esa zona.
En cuanto nos sentamos, esta persona me contó que en realidad no era de Kenia, sino de Zimbabwe, y que para llegar allí había sufrido mil calamidades por su condición de refugiado político. Me dijo que era profesor y que había empezado el viaje con otros colegas, que no habían tenido tanta suerte como él y que habían muerto en el camino. Decía que tenía que llegar a Mombasa, la segunda ciudad de Kenia, para coger un avión que le llevase al Reino Unido y allí pedir asilo político. Me pidió dinero para el tren a Mombasa y yo recuerdo que no costaba más de un par de dólares al cambio. Yo suponía que todo era mentira pero, a pesar de mi sospecha, decidí ayudarle y ahí empezaron mis problemas...
En cuanto le di el dinero, vinieron dos uniformados y nos mostraron identificaciones de policía. Si eran falsas o no, nunca lo sabré. Golpearon al hombre, lo detuvieron y a mí me dijeron que no hiciera ninguna tontería porque tenían francotiradores en las azoteas de los edificios. Me dijeron que ese hombre era un terrorista al que llevaban semanas persiguiendo y que habían visto cómo yo le ayudaba económicamente... una historia de terror. Me llevaron a hablar con su 'superior', un militar que estaba en una esquina del parque, y me dieron dos opciones: irme con el militar a un cuartel en donde me interrogarían durante 48h o irme con el policía a una cafetería cercana en donde arreglaríamos el malentendido. Obviamente, decicí irme a la cafetería porque el supuesto policía me dijo que él sabía que yo era inocente, y que sólo tenía que firmar unos papeles y me dejarían ir.
En cuanto llegamos a la cafetería, vinieron otros dos 'policías' y me acosaron a preguntas de todo tipo. Pasados unos diez minutos, me pidieron el pasaporte y querían quedárselo, pero yo nunca lo solté de mis manos. Poco después, me pidieron todo el dinero que yo llevara encima y ahí entendí que todo se trataba de una estafa coordinada entre policía, militares y ladrones. De todas formas, les di los escasos 30 dólares que llevaba encima pero no fue suficiente. Querían saber mi dirección para llevarme allí en taxi, probablemente obligarme a sacar dinero en cajeros y quién sabe si esperarme cualquier otro día a la puerta de mi alojamiento.
Entonces ya dije basta y que no me iba a mover de allí. Ellos tuvieron una discusión y al poco tiempo se fueron sin decir palabra. Todo había ocurrido con muchos testigos y nadie hizo nada para ayudarme, probablemente porque tenían miedo de los criminales. Afortunadamente, nunca supe nada más de ellos.
¡Toda precaución es poca en Nairobi!
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