Hoy quiero hablar de un capítulo de la historia de España altamente polémico y que pocos extranjeros conocen: la División Azul. Para los que nunca hayan escuchado de ella, se trató de una compañía militar de voluntarios enviada por el dictador Francisco Franco para ayudar a Adolf Hitler en el frente ruso. España fue un país neutral en la Segunda Guerra Mundial pero tuvo que pagar ese peaje para que Alemania no siguiera avanzando al sur de los Pirineos.

Pues bien, mi abuelo combatió en esa división de voluntarios y pasó dos inviernos cerca de San Petersburgo, anteriormente conocida como Stalingrado. Según lo que yo recuerdo de mi abuelo, no lo hizo por motivos ideológicos (nazis contra comunistas) sino porque su familia estaba pasando hambre después de la Guerra Civil Española. En 1939, España estaba en ruinas después de tres años de guerra civil y una oportunidad para mucha gente era seguir combatiendo en Rusia para ganar un sueldo de soldado alemán y así poder enviar el dinero a casa. Mi abuelo nunca estuvo convencido de la justificación de esa guerra y, aunque no simpatizaba con el comunismo de la Unión Soviética, siempre simpatizó más con los rusos que con los alemanes. Incluso llegó a decir que les tenían más miedo a los alemanes que a los rusos, porque para los nazis, los españoles no dejaban de ser una raza inferior.

Mi abuelo sobrevivió a la guerra con una rodilla metálica fruto de la explosión de una granada, trabajo asegurado en la España franquista y con un cargo de conciencia que le duró toda la vida por haber luchado en una guerra que no era la suya. Siempre quiso regresar a Rusia para conocer el país en tiempos de paz... pero no lo consiguió porque murió a los 88 años de un golpe de calor en el verano extremeño.

Al final resulta que mi abuelo aguantó mejor el frío de Rusia que el calor de España.